Unionistas Salamanca empata 0-0 con Sestao River

En ocasiones como estas, el fútbol trasciende su naturaleza de juego y se convierte en una sentencia ineludible. Unionistas se enfrentó al Sestao River en un verdadero partido decisivo por la permanencia, pero lo hizo carente de pasión, sin ideas y sin el valor necesario para una lucha a vida o muerte. El empate sin goles en el Reina Sofía no solo resultó insatisfactorio: dejó la impresión de que el equipo salmantino se acercó al abismo sin encontrar la forma de retroceder. Entre lesiones, expulsiones y fallos, lo único que permaneció fue el lamento de una afición que pasó de animar a la desesperanza.

A veces, el fútbol se convierte en un reflejo implacable. Durante la primera mitad contra el Sestao River, Unionistas se enfrentó a su imagen más alarmante: un equipo irreconocible, desorganizado, carente de energía. Lo que había comenzado con promesas de salvación finalizó en una primera parte que dejó a la afición del Reina Sofía helada. No se registraron goles, pero sí una angustia creciente y la sensación de que el tiempo corría como una cuenta regresiva hacia el desastre.

Acciari optó por un alineación ofensiva, buscando presencia en el ataque y verticalidad con Rastrojo y Gorka. Durante los primeros diez minutos, parecía que el plan podría dar sus frutos: Unionistas se mostraba directo, Vergés hallaba líneas y Gorka Santamaría obligó a Herrerín a realizar una intervención tras un pase profundo en una jugada que generó dudas sobre una posible falta antes de su acción. Sin embargo, la situación comenzó a desmoronarse rápidamente. En el minuto 10, Rastrojo se desplomó sobre el césped. No pudo continuar. Entró Dani García y, con ese cambio, se tambaleó el esquema ofensivo. La lesión del extremo fue un duro golpe psicológico del cual el equipo no logró reponerse.

El Sestao olfateó la debilidad como un depredador que percibe la sangre. Avanzó líneas, intensificó la presión y descubrió espacios en la desorganización de un Unionistas fracturado en su estructura. La defensa quedó aislada. Los mediocampistas, desbordados. Delantera, inactiva.

En el minuto 17, Iván Martínez tuvo que intervenir para ejecutar una intervención decisiva. Fue la primera de varias. La segunda ocurrió en el minuto 25, tras un error grave en el manejo del balón que casi desembocó en un gol de Gaizka Martínez. Solo la actuación del portero evitó el desastre. En ese periodo, el equipo salmantino se encontraba completamente aturdido. Incapaz de conectarse en tres pases consecutivos. Las quejas de la afición no tardaron en manifestarse. Primero con pitos, luego con silbidos. Posteriormente, una tensión palpable llenó el aire. El ambiente sufrió un giro. Lo que era promesa se convirtió en miedo.
Transcurrida media hora desde el inicio del encuentro, el partido se interrumpió con Martínez tendido en el suelo. ¿Una lesión? ¿Una táctica para detener la hemorragia? Probablemente lo segundo, ya que no es la primera ocasión en que el portero recurre a ese ‘truco’ para intentar motivar al equipo, aunque esta vez resultó ineficaz. Unionistas no conseguía conectar con su centro del campo. Tur y Rabadán carecían de presencia, ritmo e influencia. El balón no circulaba con fluidez. Y cuando lo hacía, era con temor. El equipo parecía al borde del desmoronamiento. El tiempo corría y Unionistas llegaba al descanso con el marcador empatado, sí, pero con la moral tambaleándose. El Sestao controlaba todo, excepto el marcador. Y eso, quizás, sea el único asidero en este primer acto de una final de vida o muerte.

La segunda mitad comenzó con una actitud renovada. No se trataba de jugar, sino de defender el orgullo. Iván Moreno comenzó a sacudir el adormecimiento del equipo mediante sus recorridos en diagonal, buscando desde su flanco aportar algo diferente. La oportunidad más clara fue suya: en el minuto 60 penetró, recortó y lanzó un tiro cruzado que Herrerín desvió con una intervención que salvó al Sestao. Fue el primer rugido del Reina Sofía en mucho tiempo.

A pesar del impulso, Unionistas seguía careciendo de claridad. El conjunto salmantino intentó presionar, pero seguían tropezando con sus propias equivocaciones: decisiones erradas, centros sin receptor, jugadas a balón parado mal ejecutadas. La fatiga se hacía notar y el tiempo también. El equipo visitante ralentizaba el ritmo del juego y la situación se tornaba agonizante. En el minuto 84, Adri Gómez vio la segunda amarilla. El Sestao se quedaba con diez jugadores. Pero la desgracia no tardó en igualar la situación: en la misma jugada, Iñaki González sufrió una lesión y tuvo que ser retirado en camilla, cubriéndose la cara, en un ambiente de silencio e impotencia. Unionistas también se quedaba con diez. Otro revés emocional en un partido de alta tensión.

Acciari había movido el banquillo con los ingresos de Chuca y Pablo García. Todos intentaron aportar un soplo de aire fresco, pero la presión era mayor. El equipo se entregó como pudo, con más empeño que precisión. Dani García solicitó un penalti por agarrón tras un córner, hubo empuje en ciertos momentos. . . pero nuevamente no se concretó el gol.

Los ocho minutos adicionales fueron un reflejo del caos: pérdidas de balón, faltas, nerviosismo y un Reina Sofía que mantenía la esperanza con uñas y dientes. Sin embargo, el gol no llegó. Y lo más desalentador no fue el empate: fue que, en una final sin salvaguardias, Unionistas no logró exhibir la personalidad necesaria para una lucha por la permanencia. No fue solo un punto. Fue una oportunidad esquiva. Y su peso puede ser abrumador.