Las Palmas empata 1-1 con Betis


Se le presentaba la ocasión dorada de escalar cuatro posiciones de un solo golpe y dejar atrás la zona de descenso; aunque en esta etapa de la temporada su relevancia es mínima, nunca está de más. No obstante, para lograrlo necesitaba conquistar la victoria, algo que a la UD se le ha vuelto esquivo. Comenzó con gran energía, con el ímpetu y la valentía que se espera de un equipo que había sufrido la desazón de tres derrotas consecutivas y que revelaba, una vez más, una alarmante vulnerabilidad en su defensa. Sin embargo, en esta ocasión, a pesar de la sombra de esa fragilidad que los acechaba, lograron al menos rescatar un punto, lo cual ya es algo. Aunque Las Palmas comenzó con fuerza, abriendo el marcador con el tercer gol de Moleiro en la temporada, pronto se vio en apuros ante un Betis que, sin ser extraordinario, demostró tener más posibilidades de llevarse la victoria. En un giro crucial, logró frenar la hemorragia y establecer el empate (1-1).

La obra de Luis Carrión, a pesar de contar con esa ventaja temprana que podría haberle aliviado el peso de la presión, reflejó un estado de inquietud palpable. Esa sensación de pánico puede convertirse en un gran obstáculo, especialmente cuando se busca brillar en la élite. El equipo verdiblanco solo logró modificar el marcador con el tanto de Lo Celso justo antes del descanso, y esto se debió a la falta de puntería de sus delanteros, que parecían estar en una noche de infortunio. Bakambu, por ejemplo, estuvo muy cerca de cambiar la historia cuando su disparo se estrelló contra el poste, haciendo que la UD celebrara con alivio. El equipo, desorientado y sin una estrategia clara, mostró un rendimiento inferior al que había exhibido en El Sadar, a pesar de que el resultado fuera más favorable. Así es la magia del fútbol.

El técnico deliberó que lo más sensato era alinear a los jugadores que correspondían en la defensa, a pesar de que los mismos fuera de la foto del segundo gol de Osasuna, logrado el pasado sábado, parecieran tener un papel protagónico. Si iba a caer en la batalla, lo haría con las armas que su equipo le había proporcionado. Su estrategia: una sólida defensa de cuatro, compuesta por Viti, Herzog, Álex Muñoz y Sinkgraven, con Essugo desempeñando el rol de escudo ante el ataque fulgurante de Fornals, Lo Celso, Abde y Diao, la artillería pesada que Pellegrini había reunido para asestar el golpe. Se produjo una última modificación en la alineación del equipo amarillo: Loiodice tomó el lugar de Javi Muñoz, quien había estado rindiendo por debajo de su nivel en los últimos partidos. En el campo, Fabio Silva hacía su debut como titular junto a su compañero de selección en el mediocampo, respaldado por la energía de Sandro y la creatividad de Moleiro. En la teoría, un potente arsenal ofensivo se enfrenta a una muralla defensiva que cojea.

La UD tenía la misión de desplegar su mayor fortaleza: el ataque. Y lo hizo con una ferocidad desbordante que no solo le permitió recuperar la complicidad del público desde el primer momento, sino que también le dio la ventaja rápidamente, tal como sucedió ante el Real Madrid. Aunque, como es habitual en sus inicios, el equipo amarillo desaprovechó una clara oportunidad cara a cara antes de encontrar la senda del gol. Si en Vitoria brilló Mata y en Pamplona fue el turno de Moleiro, en Siete Palmas hizo su magia Fabio Silva, quien recibió un pase excepcional del tinerfeño mientras se encontraba acorralado por cuatro defensores. El jugador portugués, con el horizonte despejado y un momento para reflexionar, tomó la decisión de disparar en lugar de eludir a Rui Silva. El desenlace fue desastroso: el guardameta logró desviar el balón y se esfumó una oportunidad dorada.

Las Palmas no se dejó vencer; nunca lo hace cuando sus errores se dan en la parte alta, pero sí suele caer cuando tropieza en la base. Gracias a su perseverancia y a una salida fulgurante, tan diferente a la del encuentro contra el Athletic Club, en otro de sus arriesgados avances, la jugada comenzó en los pies de un defensor central. Tras un rápido pase a Silva, Kirian logró conectar con Viti por el flanco derecho. El ovetense, sintiéndose en su salsa como extremo, eludió a Perraud con unos movimientos algo descompasados pero efectivos, y lanzó un centro que curvó de afuera hacia adentro al atravesar el área. El balón llegó al segundo palo, donde Moleiro solo tuvo que empujar la esférica para convertir en gol (9'). Tercer gol del joven talento surgido de la cantera, y el encuentro se desliza hacia una victoria asegurada.

Si en los primeros momentos la UD dejó claro que contaba con argumentos ofensivos potentes, en el siguiente periodo se puso de manifiesto la fragilidad de su línea defensiva. Ni la falta de puntería del Betis logró rescatarlo; su incapacidad para definir en momentos clave provocó que desperdiciara varias oportunidades evidentes de igualar el partido. Los jugadores se sentían tan inseguros como flanes temerosos de caer, probablemente abrumados por la pesada carga de su historia pasada. Herzog, en particular, tuvo una performance desafortunada con el balón. Tampoco contribuyó a la causa que Sandro y Moleiro, quienes mostraron una gran solidaridad durante el enfrentamiento contra el campeón de Europa, se quedaran sin bajar a brindar apoyo. Como resultado, Perraud y Ruibal aprovecharon las oportunidades que surgieron para causar estragos.

El lateral derecho del equipo verdiblanco se lanzó al ataque junto a su compañero del flanco izquierdo, creando dos ocasiones de peligro descaradas. Primero, Assane Diao, completamente solo en el punto de penalti, ejecutó un remate que se elevó demasiado. Luego fue el turno de Abde, cuyo disparo, también desde la misma posición, fue desviado sin contemplaciones. Mientras tanto, los defensores amarillos, acurrucados cerca de la portería defendida por Cillessen, contemplaban la escena con preocupación. De algún modo, la incertidumbre los llevaba a concentrarse más en el balón que en la posición de sus oponentes, lo que resultó ser un aliado inesperado para el Betis. Sin poder concretar hasta ese momento, el equipo finalmente encontró su puntería, justo cuando el tiempo adicional del primer tiempo se desvanecía.

La narrativa se repitió como un eco: la pérdida de Fabio Silva en su propio terreno paralizó al equipo. Fue entonces cuando Cardoso, en un destello de inspiración, localizó a Fornals. Este, eludiendo la tímida presión de Álex Muñoz con un ingenioso pase entre sus piernas, le envió el balón a Diao. Con una maestría sublime, Diao ofreció un gol en bandeja a Lo Celso, quien se plantó frente al guardameta neerlandés, completamente solo y sin resistencia alguna. Viti y Herzog, perdidos en sus pensamientos, se alejaron del grupo y, sin querer, habilitaron a su oponente, mientras que Muñoz debió haber permanecido atento en su posición. Un nuevo tropiezo en el instante menos oportuno, pero la paridad era casi inevitable. Al final, la igualdad resultaba ser el desenlace más equitativo.

Se acercaba un nuevo encuentro, en un escenario marcado por la ausencia de Sandro, quien debía abandonar el terreno de juego por una lesión muscular en los minutos finales. En su lugar, el equipo contaba con la presencia de McBurnie. Igualmente, fue Benito quien se destacó en lugar de Sinkgraven, quien permaneció en el vestuario tras haber realizado una destacada incursión ofensiva, un magnífico cruce con deslizamiento que impidió un gol del oponente y dejando a su paso un sinfín de espacios abiertos por su banda. Pobrecita, se mantuvo fiel a su estilo.

El comienzo del segundo acto careció de la chispa vibrante del primero, y el juego se sumergió en una atmósfera de nerviosismo por parte de la UD y una dosis de reserva del Betis. La primera oportunidad llegó para los verdiblancos en un córner, donde Johnny Cardoso, listo para marcar, se vio privado de su gol gracias a una intervención casi sobrenatural de Loiodice, quien logró desviar el balón justo antes de que cruzara la línea. En el transcurso del partido, Essugo se había convertido en la estrella indiscutible del equipo amarillo. Con una energía desbordante, lanzó un potente disparo desde la distancia, pero el balón se desvió apenas a la derecha de Rui Silva, quien se salvó de una soberbia anotación. El portugués se aventura a crear experiencias únicas y sorprendentes.

La impresión de dominio por parte del equipo verdiblanco no hacía más que intensificarse, especialmente cuando Pellegrini decidió darle la oportunidad a Bakambu en lugar de Diao. El franco-congoleño, quien anteriormente compartió equipo con Jonathan Viera en Pekín, desnudó la fragilidad de Herzog en su primera jugada, un instante que evidenció la tensión que lo paralizaba, mientras Carrión, desde la línea lateral, parecía no encontrar la forma de calmar la situación. En un giro de estrategia, optó por refrescar el juego al hacer entrar a Javi Muñoz en lugar de Essugo, mientras que Pejiño tomó el relevo de un Fabio Silva que no brilló en la cancha. Por su parte, Pellegrini decidió darle un descanso a un Abde que pasó desapercibido, dando la oportunidad al enérgico Chimy Ávila para cambiar la dinámica del partido.

Con el reloj marcando los últimos diez minutos y un partido en el que la emoción había sido escasa, Las Palmas y Carrión parecían haber sellado un pacto de empate. La tensión se palpaba en el aire, hasta que Bakambu, tras una electrizante carrera de Ruibal que dejó atrás a los defensores rivales, desató un latigazo desde fuera del área. El esférico, impredecible y deslumbrante, se estrelló en el poste izquierdo de Cillessen, dejando al africano con un sabor agridulce en su interior, pues su intento había sido tan explosivo como poco agradecido. La UD, fiel a su esencia ofensiva, mostró destellos de audacia en varias jugadas impulsadas por Januzaj una vez entró al juego. Sin embargo, esas incursiones resultaron generar más inconvenientes que ventajas. Lo más sensato era encontrar un refugio seguro. Pese a todo, el lienzo dorado se disponía a sellar su destino en un córner, donde la pelota terminó en los pies de Loiodice. Sin embargo, en lugar de buscar un final glorioso, optó por enviar el balón hacia las alturas con su pierna menos hábil. La imagen de un grupo atrapado en la sombra del temor.

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